La palabra proviene del nahuatl: acatl-carrizo y tlaxquis-juego, que se traduce a “Juego de hermosos carrizos o lanzar con destreza los carrizos”.
Esta danza otomí deriva de un antiquísimo rito prehispánico, es un ritual para pedir favores divinos y utiliza, como accesorio más distintivo, un objeto que recuerda la flauta de carrizo del dios Pan. Los danzantes forman un arco con cañas y acaban por formar conjuntamente, una especie de cúpula con este material. Es danza típica de Pahuatlán, estado de Puebla donde se lleva a cabo bajo el palo volador. También puede verse el 12 de diciembre en la Villa de Guadalupe. Se trata de una danza de raíces guerreras prehispánicas. Los danzantes recuerdan a los lanceros de los ejércitos nahuas, quienes usaban otates puntiagudos como eficaces lanzas. En el baile, los ejecutantes llevan un atado o haz de varas, mismas que en algún momento lanzan hacia el cielo formando bellos arcos. Las flechas mismas recuerdan a los que cayeron en batalla y han ido a habitar a las regiones solares.
Esta danza otomí deriva de un antiquísimo rito prehispánico, es un ritual para pedir favores divinos y utiliza, como accesorio más distintivo, un objeto que recuerda la flauta de carrizo del dios Pan. Los danzantes forman un arco con cañas y acaban por formar conjuntamente, una especie de cúpula con este material. Es danza típica de Pahuatlán, estado de Puebla donde se lleva a cabo bajo el palo volador. También puede verse el 12 de diciembre en la Villa de Guadalupe. Se trata de una danza de raíces guerreras prehispánicas. Los danzantes recuerdan a los lanceros de los ejércitos nahuas, quienes usaban otates puntiagudos como eficaces lanzas. En el baile, los ejecutantes llevan un atado o haz de varas, mismas que en algún momento lanzan hacia el cielo formando bellos arcos. Las flechas mismas recuerdan a los que cayeron en batalla y han ido a habitar a las regiones solares.
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