"El padre (de la arquidiócesis de Puebla) es como un empleado, viene, da su misa y se va. No queremos padre porque esto tiene más de 400 años y se pueden venir a robar nuestra riqueza, no tardarían en desmontar la cúpula", comenta a la AFP Pedro Técuatl, un guía del lugar, al asegurar que en este templo no tiene autoridad la iglesia católica.
Los habitantes de Tonantzintla, en las orillas de la zona metropolitana de la ciudad de Puebla (centro), son amos y señores de este tesoro del arte barroco indígena mexicano y no reconocen autoridad alguna, sólo obedecen a sus usos y costumbres de gobierno.
"En Tonantzintla hay tres barrios, y cada año el pueblo se reúne y elige a tres autoridades, una por barrio. El de mayor jerarquía es el 'fiscal', le sigue el 'teniente' y luego el 'cera mayordomo'", explica a la AFP José Cuautlé, quien durante 16 años fue guía del lugar autorizado por la Secretaría de Turismo.
"El no puede entrar, que se salga", ordena Pedro al ver dentro de la iglesia a José, quien explica que pese a ser también indígena, no nació en Tenonzintla y en consecuencia, según los lugareños no tiene derecho a ser guía.
Otro custodio del lugar, conocido como el 'portero', persigue al fotógrafo de la AFP, le ordena dejar de tomar tantas fotos porque entre los indígenas existe la creencia de que "así se roba el alma". Fue necesario esperar la llegada de la esposa del 'fiscal', que no estaba localizable, para obtener un permiso.
José Cuautlé explica que en la administración y vigilancia de esta iglesia, "que deja mucho dinero y que la ven como negocio por encima de ser un patrimonio cultural de la nación", están involucradas más de 50 personas.
"Cada una de las tres máximas autoridades tiene a su 'topil', que es su secretario. También hay tres autoridades intermedias, que son los 'mandaderos', y luego están los tres 'porteros', que a su vez, cada uno, tiene entre 10 y 15 'cochiques', que son jóvenes que ayudan a cuidar de noche", dice Cuautlé.
A estos se añaden los "mayordomos" de cada una de las principales imágenes del templo, que son una decena, a las que cada mes se les hace "fiesta, música y mole" (plato típico de la región), añade el ex guía de Tonantzintla.
El gran valor de esta iglesia es que "es el único templo donde los franciscanos (que evangelizaron el antiguo México) permitieron que los indígenas dieran rienda suelta a su imaginación", añade Cuautlé.
En efecto, todos los rostros que asoman por cientos en la cúpula principal y muros de la capilla son de rasgos indígenas y están acompañados de frutos, flores y plantas de vivos colores rojos, azules, amarillos, verdes y rosas.
"Los aztecas tenían 13 cielos y los indígenas de Tonantzintla decidieron expresar en esta cúpula el cielo de Tláloc, el dios de la lluvia, donde había flores, frutos y plantas. Y cada carita que ven, no es un ángel, sino un indígena que murió por un rayo o ahogado y reencarnó en este cielo", explica de su lado Técuatl.
Según Cuautlé, pese a ser una iglesia pequeña y poco conocida fuera de la región, Santa María de Tonantzintla es el tercer templo más visitado de la zona metropolitana de Puebla, donde se erigen más de 200, encabezadas por la majestuosa catedral.
"Esta es la máxima expresión del sincretismo prehispánico y católico. Los franciscanos evangelizaron a los indígenas a través de la virgen María, expresada en la virgen de Guadalupe, que no es otra que Tonantzin, madre de los dioses aztecas, y Tonantzintla en náhuatl es 'el lugar de nuestra madrecita'", dijo Cuautlé.
Aunque poco conocida, esta iglesia llama tanto la atención que el escritor argentino Tomás Eloy Martínez la evoca en su novela "El vuelo de la reina", para ilustrar una investigación que ha realizado sobre la supuesta existencia de Simón, el 'gemelo' de Jesús.

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